Concierto Antonio Orozco

Algo más que un concierto. Gracias Antonio

Entre tanta locura, una pausa. Entre las sombras del miedo, la esperanza. Entre el desencanto que atenaza a tantos, un oasis de magia. El que vimos, vivimos y palpamos, los que tuvimos la suerte de pasar juntos la noche del pasado viernes. Los astros se conjugaron-probablemente hartos de días grises- para regalarnos unas horas extraordinarias que no olvidaremos jamás. En esta ocasión los propios astros brillaron por sí mismos. El enclave. Un teatro de los de entonces, situado en el corazón de la Villa y Corte, Joy, enraizado a la historia de la capital desde hace 35 años. Los “culpables” del evento –el consejo de jóvenes de la fundación Lo Que De Verdad Importa, liderados esta vez por ese crack llamado Iñigo Bonilla- dispuestos a contagiar al mundo que siempre hay tiempo, sí siempre hay tiempo, para descubrir en las cosas más sencillas, lo que de verdad importa. Almas generosas que dan sin esperar nada a cambio. Personas que prefieren ser anónimas (lo siento, Alfredo, GRACIAS) para que su mano izquierda no sepa lo que hace la derecha. Y esas locas, esas locas mujeres que así se hacen llamar, que desde hace más de diez años se dejan la piel para que la fundación Lo Que De Verdad Importa continúe su camino en una sociedad que empieza a estar manchada por demasiados sentimientos negativos y que hoy aquí no tienen cabida. Y por encima de ellos, no porque él quiera sino porque su calidad como persona y como artista le hizo ser la estrella principal, un hombre llamado Antonio. Antonio Orozco. Un ser único y extraordinario que,  después de pasar la mañana con los niños enfermos de cáncer, pasó la tarde en el escenario de Joy para probar, cantar y hacer que el concierto que nos estaba preparando se convirtiera en algo mágico. Sí, se conjugaron los astros. El frío helador que se había instalado en la ciudad se quedó fuera del local y una suave brisa de solidaridad empapó el corazón de todas las personas que esperaban ansiosas para escuchar a su ídolo. Y lo escucharon. Al son de sus canciones y al son de su alma. Con las palabras ya escritas y con las palabras que le nacieron directamente de su corazón. Al son de su música y al son de sus sentimientos. Vibramos. Todos. Jóvenes y no tan jóvenes, hombres y mujeres, un grupo heterogéneo de personas que nos contagiamos de amor, de emoción, de solidaridad y de buenos sentimientos. Gracias Antonio. Tú, también, “cambiando lágrimas por bailes”. Como tu héroe.

 

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