Besos robados. ¿Cuántos a las niñas secuestradas, y olvidadas, en Nigeria?

Me enfado con mi hija y siento que robo besos a mi propia vida. Horas marcadas por un tenso silencio en los que el cariño intenta escaparse hasta que encuentre oportuno deshacer de nuevo el camino. Me enfado con ella por cosas triviales y las dos sentimos que perdemos un tiempo que nos pertenece y no volveremos a recuperar. Se duele conmigo, ante mi fría actitud, pero me toca el papel de madre seria y estricta para que nunca pierda determinados valores. Me muero por llamarla, abrazarla, besarla. Nos separan miles de kilómetros de distancia. Decido deshacerme de ese último suspiro intolerante y traspaso las barreras de la frialdad obligada, intentando que no perciba demasiado mi necesidad de ella. Me dispongo a escribir un aséptico mensaje. No me da tiempo. Sus dedos vuelan mucho más rápido que los míos y en ese instante telepático, mágico, provocado sin duda por el enorme vínculo que une a una madre con un hijo, recibo un “hola mami, hace mucho que no hablamos”. No hacía ni un día que lo habíamos hecho. Sonrío y entiendo que se deshacen los muros de falso hielo que intentamos construir en ese momento casi efímero. Besos robados. Los que le voy a robar cuando la vea para dar el sentido original a esta expresión, que tanto difiere del mío. Besos robados. Mi interpretación me lleva sin retorno hasta Nigeria. No era mi destino. Me quedo de piedra. Probablemente como los muros que esconden todavía a esas niñas secuestradas, abandonadas al olvido de esta sociedad sin sentimientos ni sentido. Interesada y egoísta. Como yo misma. Que me acuerdo de ellas al escribir besos robados. Dos palabras que me llegan unidas por ser capaces de protagonizar otro de esos días estúpidos que tanto gusta celebrar en este mundo. Besos robados, cruelmente y sin escrúpulos, los que estarán destrozando sus labios inocentes desde que se vieron hacinadas en esa cárcel del horror. Besos robados, que ya nunca serán restituidos, los que han hurtado los innombrables a sus seres queridos desde que la tortura de su ausencia llena de forma obligada sus días. No creo que exista mayor castigo para un ser humano que sospechar lo que le puede estar sucediendo a una hija desaparecida. Se habla de múltiples violaciones diarias. Se habla de bodas en grupo con las niñas. Se habla de su venta por 10 euros. Pero el mundo calla.

9 comentarios en “Besos robados. ¿Cuántos a las niñas secuestradas, y olvidadas, en Nigeria?”

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*