Bueno, qué más da

Seis mujeres al borde de los 50 toman algo. Léase gin-tonic o vino blanco. Con hielo. La conversación se anima y cada una intenta hablar a la vez que las otras. Hasta que la voz de turno se atora. “Ay, cómo se llamaba por Dios, no consigo acordarme” “Bueno, que más da”, contestan al unísono el resto. Intentan continuar. Hasta que otro término se atasca en una voz diferente. “Pero por favor, ¿cómo se dice? Ayyy, por favor que no me sale”. “Bueno, que más da”, contesta a la vez el mismo coro de voces desafinadas. Y así una tras otra hasta que todo se convierte en un “bueno que más da”. Si estuviste en esa cena o no; si has estado alguna vez en Berlín o simplemente lo has soñado; si fue en 2008 ó en 2003. Que más da, todo eso, que más da. Lo que importa es el aquí y el ahora. El momento. El que te permite ser libre y decir todas las tonterías que quieras sin que un “Él” te mire asombrado por lo que acabas de decir. Todas en la misma onda. En la que aúna la falta de memoria con las gracejas del matrimonio. Una de ellas, cuyo nombre no viene el caso, confiesa que adora a su marido pero no le soporta. El resto asiente. La razón es muy simple. Su marido suspira. Muchas veces. A ella eso la enerva. Nos unimos en su pesar. Hasta que otra se anima y con la mirada perdida aprieta los labios y lo dice. Ella también le adora y tampoco le soporta. Por la noche, cuando ronca. No por el ronquido en sí, tema muy manido, sino por la boca semiabierta emitiéndolo. No puede con su cara. No entiende como lleva tantos años casada. Yo confieso. También. Que no soporto que me coja las palomitas de mi bolsa. Él lo sabe. Y sigue haciéndolo. Algo tan banal me pone tan nerviosa que me transformo. !Por qué no se compra las suyas! Porque no quiere. Una y otra vez. Mete las manazas. Y se las come. Porque si no, soy una egoísta. Y me hace sentir así. Y no lo soporto. Qué estupidez. En el fondo, que más da. Que todo sea eso. Porque a ella, a la otra, al preguntarle, contesta. “A mí de mi marido TODO me pone nerviosa”. Pero sigue con él. Por algo será. Como las demás. Porque en el fondo, esas tonterías, que más dan.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*