Busco «Muso»

Triste y sola. Desamparada. Desolada. Tras leer mi última columna, mi marido me dijo. “O las columnas o yo”. “¿Cómo?, pregunté desorientada. “Que las columnas o yo”, me repitió en tono severo. Seco. Empecé a llorar. Una vez más las lágrimas salieron a borbotones sin que yo pudiera hacer nada por contenerlas. Le resbalaron. “As usual”, como dirían nuestros políticos políglotas. Su tono, no por conocido menos doloso, rompió los cimientos de mi serenidad. “Sí, que o dejas de mentarme en tus escritos, o te dejo”. Le miré incrédula. Él, mi “Muso”, mi fuente de inspiración, el secreto de mi éxito, el hombre gracias al cual tantas mujeres han comprendido que en el duro caminar del “mártirmonio” no están solas, que todos (y todas, como dirían los políticos políglotas de entonces) son –somos- iguales, me daba el ultimátum. Y aquí estoy. Buscando “Muso” desesperadamente. “Muso”. Término que no existe pero yo invento. Sustitutivo de marido. Masculino de Musa. En singular. Porque las musas eran varias y a mí, con uno me sobra y me basta. O eso creía hasta ahora. Consideradas (en la versión más común, que es la que a mi me gusta) hijas de Zeus, rey de los olímpicos (juro que no lo he hecho aposta) y de Mnemósine, diosa de la memoria (que tanta falta me hace) las Musas, como todos sabrán, eran las diosas inspiradoras, mediadoras entre el dios y el poeta o cualquier creador intelectual. Eran. Como mi marido. Fuente de inspiración de mi escaso intelecto. Mi fuerza, mi motor, mi dios, sin necesidad de mediadores, por contacto directo, el único ser capaz de generar en mí, con su sola presencia, las ideas suficientes para rellenar este espacio. Él se lo pierde. A partir de ahora habrá un sustituto. Para mí, para todos, el “Muso”. Me pongo a buscarlo. Lo necesito con urgencia. Ya no sé como seguir. Me estoy haciendo un lío. Ya noto su ausencia. Vuelvo a las “Musas”. Y antes de convertirme en Melpómene, la Musa de la tragedia, busco una solución para hacerme con un nuevo Muso. La llevo clara. Según el mito las Musas fueron engendradas en nueve noches. ¿Y ahora que hago?

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