Con tu permiso

Dicen, los que saben, que Julio Camba, el mejor columnista de todos los tiempos, no creía en la inspiración, ni en las facultades del periodismo, ni en el poder evocador de la naturaleza. Decía, Julio Camba, que cualquier cosa que sucede en el mundo es susceptible de “acabar reducido a una superficie de 150 centímetros cuadrados”. Lo que medía esa columna que escribía a diario en este su periódico, mi periódico, ABC. Decía, también, que un articulista no puede gozar de nada porque todo, en su organismo, se vuelve literatura. Yo de Camba no tengo nada. Ni su ingenio, ni su inteligencia, ni su sabiduría, ni su talento, ni su inspiración. Comparto, con todos mis respetos, su profesión y unas columnas, creadas, también, para hablar de la vida. Y pienso, como él, que todo lo que sucede puede ser plasmado en unas líneas. Pero, desgraciadamente, todo, en mi organismo, no se vuelve literatura. Si fuera así, si yo tuviera ese don, hoy mis dedos volarían libremente sobre el teclado del ordenador para transformar en desahogo la pena que siento por dentro. Para vomitar con mi escrito los sentimientos que estrujan mi alma y liberarla de una carga que se hace demasiado pesada. Tristeza, dolor, incomprensión, desolación, desconsuelo. Porque hoy no entiendo la vida. Una vez más. Esa vida que se presenta con su cara más dura para transformarse en muerte y parar el corazón de un joven extraordinario.
Pero qué egoísta soy. Porque si yo fuera así, si yo tuviera ese don, lo que tendría que hacer es buscar sin descanso las letras necesarias para encontrar las palabras que sirvieran de consuelo, aunque fuera de mínimo consuelo, a esa familia que tanto quiero, destrozada hoy por la fuerza irracional de la muerte de uno de sus seres queridos. El hijo. El hermano. El amigo. Ese ser excepcional, cuyo corazón, cargado de emociones, estalló de tanto sentir y dejó de latir –con tu permiso, Gon-, antes de tiempo. No, yo no sé hacer literatura del dolor. No, yo no sé escribir palabras de consuelo. Lo que si sé, es que, una vez más, la muerte se adueña de este espacio reservado para la vida. Lo siento. Lo siento con toda mi alma.

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