Doble check

 

No más teléfonos inteligentes. Solo me crean complicaciones añadidas. Lo cojo y tiemblo. Temerosa de llamar en modo “FaceTime” y llevarme un susto de muerte. ¿Pero por qué? ¿Por qué se han empeñado los fabricantes en poner el icono de las llamadas normales pegado al de FaceTime? ¿Qué pasa, que no tienen madres, abuelas o señoras de alta mediana edad en sus vidas? ¿O lo hacen aposta? ¿Para fastidiar? Porque este invento solo lo ha podido crear un hombre. Es más, casado y cansado de su mujer. A la que encima ha tenido el detalle de regalarle un móvil con pantalla gigante. Para que se vea bien. Para que compruebe en qué se ha convertido. En lo mismo que yo. Que escribo la columna más veraz al verme reflejada en la pantalla y descubrir un esperpento. Los mofletes colgantes y los surcos nasogenianos -acertadamente conocidos como arrugas de marioneta- traspasando mi flácida piel con una desfachatez aplastante. El momento papada obvia comentarios. Hasta la raíz del pelo parece haberse puesto en nuestra contra. Yo me entiendo. Añadamos a esto la insolencia del auto corrector. Todavía me sonrojo al recordar el mensaje que envié a un compañero. La idea era escribir “te mando el escrito”; la realidad llegó en forma de “te mando el escroto”. O el día que le pedí al abogado que se buscara un huevo en vez de un hueco. Insolente. Y escatológico corrector. A mi querida Carmen, gallega ella, si que le jugó una mala pasada. Camino de Mera, recibió un mensaje de su jefe. “¿Dónde estás?”. “Yendo a Mera”, pero el insolente lo cambió, “yendo a mear”. O la pobre Rocío, que casi se queda sin trabajo por su culpa. Ayuda a unos niños con los deberes y, ayer, escribió a la madre. “Ya han estudiado coño”. Era cono. Ahora la gracia del doble check, para que todos sepan que has leído los mensajes recibidos. Que falta de intimidad. Se acabaron esas pequeñas mentiras sin importancia que ayudan a vivir mejor. Como cuando “Él” te va a buscar y escribe “baja” (siempre escueto) y tú acabas de salir de la ducha. Antes tenía la excusa de decir que no lo habías visto. Ahora es bronca asegurada. Lo que les decía. Aquí se esconde una mano masculina. Vuelvo a los antiguos. Y que nadie me controle.

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