Abu, Yayo, Nona, Tata, Agüeli. Abuelo. Omi. Abuela. Como llaman mis hijos a la suya. Mi madre. Solo quiere ser eso. Su abuela Y ellos la adoran. Claro. Tomó ejemplo de su madre y en el escalafón familiar están antes que nosotros. A nosotros, sus hijos, nos toca educarles. A ella, hacerles felices. Como hizo Yoyi con todos sus nietos. La llamábamos así. A la madre de mi madre. No me pregunten por qué, porque lo he preguntado tantas veces que se me ha olvidado. Siempre que me acuerdo de ella, me río. Me contagia, desde el cielo, con esos ataques de risa interminables y permanentes. A su lado solo podías ser feliz. Era la abuela. La auténtica. La que muere por sus nietos, la que dice que son -todos, sin excepción- los más guapos del mundo, los más altos, los más listos, los más simpáticos, los más inteligentes, los más educados, los más graciosos. No paraba de hablar de ellos. Si hubiera sido amiga de Paloma, la abuela de mi adorado José, se hubiera arruinado. Porque Paloma y sus amigas, que llevan más de 50 años merendando todos los jueves, desde que tienen nietos hicieron un trato: si quieres hablar de alguno pagas 10 euros.
El abuelo inteligente, el pozo de sabiduría, el gran hombre que representa los valores, capaz de dejarse la vida para que sus nietos tengan un futuro. Los abuelos. Que roban minutos a las horas para ayudar a sus hijos, aunque la edad y el cansancio a veces les supere. Los pilares de la familia. Los que nos dan lecciones de generosidad, de esfuerzo, de sacrificio, de superación. Da esperanza. Porque ellos sí saben de amor, de amor desinteresado. A muchos les preocupa el mundo que dejarán a sus nietos. Que sean sus nietos los que se preocupen por el mundo en el que viven sus abuelos. Y que no les abandonen. Nunca. Porque ellos, a veces, se sienten muy solos. Y no se lo merecen. Hoy se celebró el día de los abuelos. Desde hace años Mensajeros de la Paz, promueve esta celebración gracias a la iniciativa de ese santo, el Padre Ángel, el abuelo que sin ser padre cuenta con el mayor número de nietos en este mundo. Convencido de que ya habría Gobierno si hubiera más abuelos en el Congreso de los Diputados, ha dicho, cargado de razón, que «los abuelos no están sólo para ir a buscar a los nietos a la guardería; su experiencia y sabiduría la tenemos que aprovechar». Totalmente de acuerdo. Ellos son los sabios. A él, y a todos los abuelos del mundo, hay que rendirles homenaje. Pero no solo un día. Todos los días del año.