Esa frase

Una nueva dimensión espacial se abre ante mi. Transparente, limpia, amplia. Me inunda de paz. Se acabó la Navidad. Recogido el árbol, el Belén y los objetos navideños, mi casa recobra un espacio que parece más grande. Será una ilusión óptica. Embalados en sus cajas, descansan ya en el trastero donde vivirán de nuevo un año sabático. Benditos sean. Mientras divago sobre su suerte veo los christmas que todavía se mantienen erguidos. Me entra un punto de tristeza. Qué pocos hay. Cómo se ha perdido la costumbre de felicitar la Navidad a través de estas tarjetas escritas de puño y letra que con tanta ilusión recibías y mandabas. Los christmas. Los guardo. Siempre lo he hecho. No sé por qué, pero me gusta hacerlo. Todos menos uno. El que enmarco. La frase del año. La que tiene tanto sentido. La que con tanta impaciencia espero en diciembre. La que con tanto esmero elige Manuel Cuevas, un hombre culto que pasa la mayor parte de su vida entre las paredes que dan forma a Estampa, la mítica galería madrileña.
Hace doce años, mientras Manuel leía los poemas de uno de los libros ilustrados de poesía que editan, el de José Miguel Ullán, decidió soltar un verso y compartirlo con sus clientes para felicitarles las fiestas. No pudo empezar mejor. “Hallar palabras para recordarte, fuera admitir que pueda yo olvidarte”. Quería un mensaje que durara todo el año y pudiera arrancar, al menos, una sonrisa. Después fue un soneto de Quevedo, una frase al vuelo de una canción de Sinatra, un dicho popular. Todas muy meditadas. Para unir unas con otras y que entre ellas formen su propia conversación. Año tras año. Incluidos los de crisis. Con mensajes de esperanza. Frases que te quedas para la vida. Impresas en tu alma. Como tantas otras que marcaron esos momentos importantes. Robadas de pensamientos ajenos, de citas oportunas, de la carta de un amigo. Escritas para ti. O al menos eso parecía. Como en plena adolescencia. Cuánto consuelo en esas palabras unidas para dar sentido al desamor. O cuanta alegría en esas otras escritas para describir el amor. O la esperanza. O la tristeza. O la vida. O el sentido de la misma. Célebres o anónimas. Que te hacían –y te hacen- pensar. Son, sí, las frases que marcan tu vida. O, al menos, la mía.

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