La capacidad de amar.

Me llama una gran amiga, un ejemplo de madre, y mi voz se tambalea. Llevo unos día dándole tantas vueltas a la vida que me quiebro justo cuando debo de ser fuerte. Pero está claro que la fortaleza y yo estamos encontradas. Pasa la vida, las emociones y los recuerdos se agolpan y me rompo. Pienso en ella. Y no digo más. Me basta con quererla. Pienso en mi madre. En todas las madres. Hoy es su día. El día de la madre. El mío también. Y pienso en mis hijos. En los hijos. También es su día. Sin ellos no podríamos celebrar ese don que nos ha otorgado la Naturaleza y que conlleva el privilegio de saber lo que es el amor infinito, el que tu madre siente hacia ti, el mismo que tú sientes por tus hijos. “Solo cuando seas madre, entenderás lo que te quiero”. Cuánta verdad encierran estas palabras. Porque aunque lo sepas, aunque lo intuyas, es imposible comprender lo que una madre puede llegar a sentir por su hijo. Me resulta imposible de describir.

Pienso en la vida. Que vuela a una velocidad infinita. La que sin casi percibirlo hace de tus hijos adultos, a pesar de lo cual siempre serán “los niños”. Midan lo que midan, estén donde estén y pase el tiempo que pase. Te parece imposible quererles más. Hasta que un desvío del destino te hace sufrir por ellos y compruebas que el amor es tan grande que duele en el alma. Como siempre dice mi madre.

Los años pasan. Y con ellos aumenta la certeza. De que un momento difícil, un dolor cercano o una situación inesperada, te sirve para constatar cuantas tonterías ponen a prueba a un amor verdadero. Por eso le digo que la quiero. A mi madre. La primera. Hoy es su día. Luego a Él, a mis hijos, a mi familia, a mis amigas. Especialmente a ella. Y a todas las personas que tanto quiero. Las que están cerca y las que, a pesar de quererlas, se alejan de tu camino. A veces por tu culpa y a veces por la del otro. De pronto deseas borrar los malos momentos y hacer de tu orgullo una quimera. Todo menos que el frío de la distancia te aparte para siempre. Me vienen a la cabeza las palabras de E.Swedenborg. “Es necesario comprender que la vida de cada persona se configura conforme a su capacidad de amar. La fuerza más íntima y profunda del hombre proviene del amor. Cuando el amor está presente, el hombre se enciende. Cuando está ausente, se enfría”. Y a mí el frío me asusta.

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