Fue un refugio de felicidad escondido en el maravilloso edificio de la Biblioteca Nacional de España. En poco más de una hora, los muros que albergan los tesoros de tantísimos insignes escritores, consiguieron aislarnos del mundo que nos rodea y que olvidáramos cualquier problema, propio o ajeno, que pudiera distorsionar nuestras vidas. Todos los que tuvimos la suerte de estar allí presentes nos empapamos de amor y de ternura, y la emoción nos alteró el ánimo para transformar nuestros rostros y hacer que en ellos se reflejaran la alegría y la ternura, los dos sentimientos que siempre nos arrancan los protagonistas de estas palabras. Los niños, jóvenes, y no tan jóvenes que han participado en el “XIII Certamen literario de poesía, cuento y cómic para personas con Síndrome de Down”. Un certamen organizado por Down Madrid y del que he tenido la inmensa fortuna de ser jurado y de haber entregado los premios a los más pequeños ese día en la Biblioteca Nacional.
No tengo palabras. Para expresar todo lo que sentí al leer y releer lo que habían escrito estos seres maravillosos, con una sensibilidad infinita y un buen hacer envidiable. ¡Ojalá yo supiera escribir como ellos! Porque todas y cada una de las obras presentadas a concurso han provocado en mi algún sentimiento y me han arrancado sonrisas, risas, lágrimas, reflexiones y un amor infinito. Cuando leí lo que habían sido capaces de plasmar en la hoja en blanco, no dejaba de pensar en estos seres humanos que nacen con ese cromosoma fuera de sitio y que les dota de un don especial, el de hacer feliz, siempre, a los demás. Algo que pude comprobar de nuevo en la entrega de premios. En ese refugio que nos aisló de los males de este mundo y nos empapó de felicidad. La sala de actos en la BNE en el que nos dio la bienvenida su directora, Ana Santos, con unas palabras maravillosas y llenas de orgullo al decir a los premiados que sus obras quedarían para siempre allí guardadas junto a la de los grandes creadores de la literatura española. Qué emoción. La misma que sentimos al escuchar a Inés Álvarez, la presidenta del patronato de Down Madrid, que habló de las habilidades literarias de estos chicos y eligió la letra D del diccionario para escoger cinco palabras que les recordaba a ellos. Danza, “habéis conseguido que vuestras letras bailen para crear palabras”; Desafío, “porque habéis aceptado empuñar el lápiz para decir al mundo que vosotros sí podéis”; Disfrutar, “porque sé el placer que sentís al leer, escribir y compartirlo con nosotros”; Domar, “os imagino en todos los lados intentando domar vuestras palabras para transmitir y reflejar vuestros sentimientos”; Duende, “una palabra mágica que he traído para hablar de ese duende que tenéis desde que nacisteis y que podemos ver en vuestros ojos, tan característicos, y sobre todo en vuestra mirada”.
Poco más que decir. Mi más profunda enhorabuena a los participantes, a los ganadores y a sus familias. Por tener la suerte de tenerlos. Porque, como he dicho más de una vez, “si hay ángeles en la tierra, solo pueden ser ellos, porque solo ellos son capaces de sacar lo mejor de cada uno, lo mucho -o lo poco- bueno que tienen las personas. ¿Sus armas secretas? La ternura que transmiten, el sentido del humor, su curiosidad, la alegría que irradian. Su mirada, sus gestos, sus palabras, su sonrisa. Permanente. Y contagiosa. Tanto que es imposible estar serio ante ellos. Los ángeles de la tierra. Puros, graciosos, naturales, sin malicia, con su carácter, tozudos, geniales. Bendito cromosoma”. Sí, bendito cromosoma.
Para ti, Victoria. Te adoro.