La mirada

Desperté con su mirada perdida clavada en mis ojos y desde entonces no consigo conciliar el sueño. Tengo miedo. Mi agonía empezó el pasado sábado. Sin romper mi rutina habitual, antes de ser persona y en versión autómata, me dirigí a la cocina y cogí el ABC que, una mañana más, me esperaba paciente junto a la taza de café. En ese estado semiinconsciente en el que el despertar todavía no te ha devuelto del todo la lucidez, ni mucho menos la memoria, la portada de mi periódico me devolvió a la realidad más cruel en unos segundos. Una gran fotografía del asesino Bretón, cuyo nombre escribo por primera y última vez de lo que me repugna hacerlo, me revolvió todos y cada uno de mis buenos sentimientos que, dirigidos por un mal ajeno, se transformaron en odio. Así lo sentí y así lo cuento. Odio al mal en su estado más puro. Ese mal capaz de destruir mi propia felicidad aunque ésta, en teoría, no dependa en absoluto de los hechos perpetrados por ese vil asesino. Odio, miedo, tristeza. Asco. Como mujer y como madre. Como ser humano. Exactamente todo lo contrario a lo que representa el innombrable. El inhumano. El demonio. En el que nunca había creído y ahora tengo la espantosa certeza de que existe. Muy a mi pesar. Aunque los cánones de la ciencia se empeñen en agruparnos junto a él por pertenecer, desde el punto de vista biológico, a la misma especie animal. Reniego de su especie. No, no pertenezco a su grupo. Me ha robado mi paz interior, me ha hecho conocer el odio, me ha quitado el sueño. Pienso en Ruth. Esa madre ejemplar, muerta en vida, capaz de ir a escuchar con una serenidad aplastante que sí, que era verdad, que el hombre con el compartió lecho, el padre de sus propios hijos, ha sido el atroz asesino de sus pequeños. Crimen y castigo. Un castigo, justo y merecido, pero nunca suficiente para otorgarle la paz a ella. Ojalá me equivoque. ¿Pero como se puede vivir con una pena tan grande? Que Ruth no caiga en el olvido. No se lo merece. Que reciba siempre nuestro apoyo. Todo el que necesite. Desde aquí, el beso más grande del mundo. De madre a madre.

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