Mi amigovio. La Real Academia Española me ha dejado sin palabras.

 

Chupi, chupi. Encontrar sitio fue una serendipia total. Como soy una cagaprisas y no llegaba a mi cita conducía iluminada y casi hago un alunizaje al rebotar contra una isleta. Entre que tenía la olla perdida, se me había metido una basurita en el ojo y las deportivas no se agarraron bien a los pedales, casi hago un caballito. Lo nunca visto. Menuda citadina estoy hecha. El susto fue tal que mi pelo liso se enruló. Muté. Sorprendida me hice una auto foto (selfie no se dice, se siente) y la colgué rápidamente en las redes para no tener que crear mi propia plataforma (palabra detestable) para informar al mundo de la veracidad de los hechos. Dejé mi imagen en la nube y con más cague que vergüenza continué mi camino. Entonces apareció el gorrilla. “!Que serendipia!”, exclamé con júbilo. “¿Tú por aquí?”. Le conocía de mis visitas a un hospital en el que él y otros gorrillas okupan las plazas libres que luego ceden a los conductores a cambio de propina. Creé un hipervínculo con él de tal calibre que algunas mentes calenturientas quisieron ver en lo nuestro una relación de amigovios. “No te lo vas a creer, Marta es amigovia de un gorrilla?” “Nooooo. Qué fuerte””, contestó otra. “Sí. Incluso parece que tuvieron un affaire”. Las malas lenguas. Que no entienden que me ajunté a él para que me guardara sitio y de ahí surgió la amistad. Amiga, que no amigovia. Un término que me tiene enamorada. ¿A quien se le habrá ocurrido tan genial creación? Total, que gracias a eso encontré plaza (¿o se dirá plazisitio?), aparqué, y como llegaba tarde quedamos en charlar a mi vuelta. Y así fue. Comentamos sobre fútbol -compartimos pasión por el Atlético de Madrid-, hablamos de los rabones de los jugadores, de rebotes, de pelotazos, y de tabletas. Estas tres últimas palabras empleadas en sus nuevas acepciones, que poco tienen que ver con las que ustedes imaginen sobre fútbol. Y lo hicimos con todas las de la ley. La que marca el más alto tribunal de la lengua castellana. La Real Academia Española. Que, con su permiso, me ha dejado en estado de shock. Un término que no sé si debo emplear o no, pero que seguro que entienden. No como el resto de la columna, que les va a costar. Pero si lo dice la Academia, cualquiera se opone. Feliz domingo.

2 comentarios en “Mi amigovio. La Real Academia Española me ha dejado sin palabras.”

  1. Salí con el drive con el tee alto. Gracias al hock la coloqué en el green y sólo necesité un putt para meterla… Silencio! una voz casi militar casi enfadada enmudeció el campo. Qué vergüenza de hombre, contesté. Al final quedó segundo y compartimos mantel.

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