Murphy, sé quién eres

Yo no sé con ustedes pero conmigo la famosa Ley de Murphy cuando se ceba, se ceba. Y según escribo, me pregunto.¿Pero quien era Murphy? A mí este nombre siempre me ha sonado divertido y pensé que era una graceja sin más fundamento que la tan conocida frase de “si algo puede salir mal, saldrá mal”. Por curiosidad investigo. El tal Murphy existió pero el origen que da nombre a su ley no está claro. Como no quiero soliviantar mi mente con lo que no comprendo, leo y descubro que la frase anteriormente escrita parece ser que no fue jamás pronunciada por mi ya querido Murphy. Me desoriento. Entonces, ¿por qué cada vez que hablamos de Murphy enfatizamos el lado negativo de las cosas? Pobre hombre, siempre le vi con un rostro gris y envuelto en una gran capa de pesimismo. Vuelvo a empezar. Y leo. “La Ley de Murphy es un enunciado basado en un principio empírico que trata de explicar los hechos acontecidos en todo tipo de ámbitos”. Me sustraigo de lo de principio empírico para no aturdirme más y me centro en lo que empiezo a vislumbrar. En todo tipo de ámbitos. Exactamente. En mi medio de transporte, en mi medio de comunicación y en mi medio de trabajo. Puedo hablar de la Ley de Murphy con conocimiento de causa. En dos días se ha ensañado en mí y a las puertas de las vacaciones me ha dejado sin coche, y casi sin móvil y sin ordenador. Ambos aparatos murieron el mismo día y han resucitado dos días más tarde gracias a las lágrimas que enternecieron a los correspondientes técnicos. Pero las incidencias todas condensadas. Como si de una extensión de la ley de Murphy se tratara. La que debe decir que si una serie de sucesos pueden salir mal, saldrá mal en la peor secuencia posible. Imagínense. Mi vida partida en tres. Sin auto, sin teléfono, sin ordenador y con la mochila cargada de broncas. Con Él por habérmela pegado con mi coche. Con las personas que me llamaron al móvil y, sin pensar por un momento que éste podía haber fallecido, me dejaron mensajes ¿irritantes?, ¿fastidiosos?, ¿desabridos?. Con el responsable de arreglarme el ordenador, convencido ante tanto spam, que yo me metía en páginas no aptas para mi edad. Lo que me faltaba. A estas alturas de mi vida. Murphy acaba su faena. Me envía un informe. “El mes de abril es el favorito de los infieles”. Solo quedan dos días. Tiemblo de miedo.

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