Odio el odio

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“Cuanto más pequeño es el corazón más odio alberga”. Lo dijo Victor Hugo. Yo lo suscribo. Porque un gran corazón no puede albergar un sentimiento tan terrible. Y con su permiso hago de ellas lo que espero que sea mi vuelta a la escritura. Demasiado tiempo en el dique seco sin ganas de volver a imprimir mis pensamientos en la blancura de este simulacro de folio que nace en la pantalla del ordenador. Más días de los que debiera dejando que mi vida se mueva por la inercia de la propia apatía que se adueña de mí. Antes de que el desinterés absoluto me deje sin fuerzas para volver a empezar una palabra -siempre una palabra, qué inmenso poder tiene sobre mí- es capaz de traspasar la delgada línea roja que me separa de caer en la desidia infinita y retumba en mi cabeza obligando a mis dedos a volver a ponerse en marcha.

Odio. Si, odio. Lo que es la vida. La palabra que más odio en el mundo por lo que encierra su maligno significado. Tremendo. Un “sentimiento profundo e intenso de repulsa hacia alguien que provoca el deseo de producirle un daño o de que le ocurra alguna desgracia”. El que se empeñan en hacer renacer esos políticos -algunos más inteligentes de lo que parecen, cuidado- obcecados en rememorar una parte oscura de nuestra historia para hacer del pasado el peor de los presentes. ¿Para qué? De verdad ¿Con qué objetivo? ¿Por qué destruir en vez de construir? ¿Por qué desunir en vez de unir? Me preocupa, me asusta, ver a tantos jóvenes radicales que “odian” a los que no piensan como ellos y se llaman entre unos y otros rojos o fascistas. Términos que deberían tacharse de obsoletos y que a mí me dan hasta vergüenza. ¿Y a ellos? ¿Saben de verdad lo que dicen? ¿Saben de verdad lo que pasó? ¿Saben de verdad lo que significa una guerra civil y lo que significa que por caprichos del destino, te toque en un bando u otro?

No, porque probablemente no sepan ni cuando empezó ni cuando acabó. Si ni siquiera leen. Pero opinan. Y odian. Sin entender que cuando se siembra odio se recoge terror, violencia, crueldad. Y me da pánico. El odio que son capaces de transmitir los nuevos políticos de izquierdas -que no lo antiguos- que como si del malvado mosquito zika se tratara pican y transmiten poco a poco, pero con una intensidad virulenta, la enfermedad más terrible que puede matar a un país, el odio. Imposible más maldad en una palabra tan corta. Imposible más destrucción en estas cuatro letras que se unen para hacer de este sentimiento el peor consejero del mundo. Solo el odio es capaz de de destrozar una nación. Yo no quiero que se rompa España. Amo a mi país. Un país maravilloso a pesar de que tantos quieran destrozarlo. Algo tenemos que hacer. De momento robo otras palabras ajenas. Las de Paulo Coelho. “Acumular amor significa suerte, acumular odio significa calamidad”.¿Que más puedo decir?

13 comentarios en “Odio el odio”

  1. No podías haber expresado mejor lo que significa el odio. No puedo sentirme más identificada.
    Ojalá fuera posible repicar «Odio el odio» en las mentes de toda esa gente que por ignorancia o por algo aún peor están haciendo tanto daño. Enhorabuena, Marta.

    1. Gracias Mar por tus palabras. He estado demasiado alejada del blog y he sido una maleducada no contestando. Te pido perdón y te mando un beso enorme.

  2. Me alegra tanto volver a leer algo tuyo… La verdadera inteligencia auna el intelecto con la bondad y gracias a esa mezcla el mundo sigue adelante… Gracias por tus reflexiones y por compartirlas con todos nosotros. ¡¡Un lujazo!!

  3. Hola Marta, esta muy bien la alusión a la guerra civil y al odio, pero en este caso no es odio, la sabiduría popular lo llamó indignación, y a los que participaban indignados. Y es algo que tiene que ver con la justicia: desigualdad creciente, favorecer a banqueros y financieros, impunes robos de guante blanco, corrupción creciente, no escuchar las peticiones de los jubilados engañados por los bancos ni de los deshauciados, ver que la justicia tiene doble rasero… y por último esto: después de todo eso, de despreciar su voz, se les dicen cosas como esta tuya… será al final una profecía autocumplida porque quien tenía el poder, mientras lo tenía, no quiso escuchar ni establecer el diálogo social que habría evitado que esa justa indignación creciese.

    1. Hola Antonio. Perdona que no te contestara pero por motivos que no vienen al caso he estado muy alejada del blog. Te agradezco que te molestes en escribirme y respeto tus palabras. Aunque estés tan en desacuerdo!! Pero esto es la libertad.
      Un abrazo y perdón, de verdad, por no haber contestado antes.

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