Paz

Su nombre tiene truco.O magia. O poderes especiales. Ha hecho tanta mella en ella que la envuelve con un halo, como si de una santa se tratara, capaz de traspasar la pantalla de cualquier televisión para transmitir equilibrio y estabilidad, en los millones de hogares que la han visto. Al menos en los minutos que su rostro sonreía de esa manera especial. Paz, ¿te das cuenta de lo que has conseguido? Creo que no. En los segundos previos a que empezara Pasapalabra, el programa en el que ya eres historia, nos quedábamos clavados frente a ti rogando para que por fin ganases el tan ansiado rosco. ¡Lo que nos has hecho pasar! Por tu culpa, en mi caso, casi me cargo mi matrimonio. Te explico. En esos minutos que separan las 8 de las 9 de la tarde, mi marido llega a casa del trabajo, con el deseo indestructible de encontrar armonía en el hogar. En esos minutos, que separan una hora de otra, me convertía en un ser asocial y arisco -algo inédito en mí- que solo quería compartir mi tiempo contigo. “Hola”, decía Él. “Calla, que está Paz”, contestaba yo, no sin cierta dosis de brusquedad. “¿Pero quién es Paz”, preguntaba Él, con esa falta de retención que los maridos parecen demostrar bien para fastidiar, bien para dejar claro que no te escuchan. Como respuesta un pequeño portazo. Ya, a solas contigo, mis sentimientos de ira e impaciencia se contagiaban de tu calma. Ajena de sentimientos negativos, hacías de mi ese ser soñado por cualquier hombre -ni te cuento mi marido- que con la misma sonrisa que tú y la mitad de tu sabiduría, intentaba contestar cada palabra que con esa naturalidad te preguntaba Christian Galvez. Que monada de hombre. Si no fuera por mi amor al Cholo, podría enamorarme de él. Así a diario, Paz. Hasta que ganaste. Justo el día que no te pude ver (podías haber esperado otro rosco, la verdad) y mi teléfono se llenó con miles de mensajes. “Ha ganado Paz” “Es un crack” “Después de 141 roscos lo ha conseguido. Nos vamos a Torrelavega a conocerla”. Y aquí estoy preparando el viaje. Para darte la enhorabuena. Y para pedirte un favor. Que seas la madrina de mi “re-confirmación”. Solo quiero llamarme Paz. Por mi bien y el de los míos. Para que me contagies. De tu nombre y tu carácter.

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