“Cuando sientas dolor pon amor, y cuando pongas amor podrás ver que hay esperanza”. Me quedo con estas sencillas palabras que entresaco de una magnífica homilía dada por un sacerdote de esos que te llega directamente al corazón. Solo habló del amor. Del amor en la vida y en la muerte. Y lo hizo de una manera tan clara, tan lógica, tan emotiva, que todos los que asistíamos a la misa salimos comentando lo mismo. ¡Qué maravilla, que preciosidad de homilía!”. Él lo supo hacer. Y no lo tenía fácil. Era una misa “corpore insepulto”. Era la despedida de una mujer admirable, un ser excepcional, una persona única, a la que todo el mundo quería. Y es así. Ni lo escribo, ni lo digo, porque haya muerto. Ni lo escribo ni lo digo si no lo supiera con absoluta certeza. Ni lo escribo ni lo digo si no entendiera, después de conocerla, lo que significa la palabra amor. El que ella dio a todos. El que ella no escatimó en ningún momento de su vida. El que, como ella, solo saben dar las personas tocadas por un don especial. Tan especial, que no me pregunten por qué, siempre se van antes de lo que se tendrían que ir. Estoy segura de que muchos de ustedes estarán de acuerdo conmigo.
Y el sacerdote lo supo. O lo intuyó. Al ver el sereno amor que se respiraba dentro de la Iglesia. Y habló de ese amor que abarca en sí mismo esa gran cantidad de sentimientos diferentes. Pero todos con un denominador común. Amar. Al prójimo. Siempre. Con inmensa generosidad. Como hizo ella. Para poner en el dolor, amor, y así vivir en la esperanza. Con esa gran sonrisa. Con esa enfermedad que llevó a cuestas durante dieciséis años. Con esa categoría humana para saber morir de la misma manera que supo vivir. Con amor infinito. Fenomenal, siempre con su característico fenomenal al preguntarle cómo estaba. Y así, en ese tránsito duro y largo que inevitablemente tenía que unir su vida con su muerte, despedirse de todos logrando dejar un sentimiento de paz y un sabor casi dulce. Como su nombre. María. Por primera vez entiendo, en la muerte, lo que es celebrar una vida. La tuya.