¿Sexo? No, gracias

Lo de escribir de la vida en primera persona tiene su aquel. El que no me entiende, se empeña en preguntarme si Álvaro, mi querido, ya me ha dejado. Ingenuos. Repito. Cuando hablo de mi marido hablo de él y de ellos, de todos los maridos en general. ¿Saben qué significa álter ego dentro del análisis literario? Es cuando se describen personajes en diferentes obras -llámese columnas- que son psicológicamente similares. Como en ésta. Que el protagonista puede ser cualquiera. Qué ya está bien. Menos el mío. Que yo excusas ni una. Si me muero por él… No como otras. ¿Las suyas? ¡Qué barbaridad! No se cortan un pelo cuando hablamos de sexo, sí de sexo. Como hace unos días. El tema acabó antes de empezar. Nunca mejor dicho. No sé si me explico. Porque allí la que hacía el amor era de milagro. Había que oírlas. Que derroche de ingenio. Que desparrame. Tomé nota. No para copiarlas –antes muerta- si no para contarlo. Porque tienen su gracia. Las excusas. Las que ponen el típico día que él está tontorrón y ella de tontorrona cero. Como la que empieza a roncar en el cuarto de baño. O la que provoca sacándole un tema por el que se enfadó hace mil años. Total, si no la escucha. O la que decide comenzar una interesante conversación sobre “nuestra relación”. No falla. Del aburrimiento él se queda frito. O la que tanto añoraba cuando sus hijos eran pequeños, que servían de parapeto perfecto entre ella y él y aparecían en mitad del lecho marital, como por arte de magia, cuando él se había ido al cuarto de baño “antes de”. Nunca descubrió que ella salía disparada, arrancaba al niño de la cuna, y lo lanzaba a su cama. “¿Y cuando llegas a casa de una fiesta, él un poco entonado y desde el ascensor lo ves venir? “Ahí, lo mejor es decir que estás mareadísima de lo que has bebido”, dijeron todas al unísono Curiosa coincidencia. Idéntica reacción. Como en otro caso. Cuando él vuelve de cenar con los amigotes y ella –tirada en la cama, hablando por teléfono y viendo la tele mientras ojea una revista- lo oye. Cuelga, apaga todo y se duerme profundamente. En un instante. Lo hacen todas. Qué ya está bien. Menos yo, mi amor. Que te espero con los brazos abiertos.

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