Sinfonía estival. Los ruidos del verano

No sé si amanezco o sigo dormida. Estoy cansada. Mi estado se asemeja al de un fantasma decaído que deambula sin saber que hacer. Los papeles han sido invertidos. El papel de “asustadora” se ha cambiado por el de “asustada”. De susto en susto y muero porque me toca. La culpa no es de nadie, no se asusten, es de esos sonidos despiadados, sin ritmo ni armonía, inarticulados, confusos. Los que atormentan. El ruido. Los ruidos. Del verano. El desagradable zumbido de un mosquito en plena noche. El ladrido incansable de ese perro abandonado. De los vecinos no hablamos. Del balón de los niños tampoco. Los míos también jugaron. El del cortacésped. Cruel, desalmado, inhumano. Nace en el momento más inesperado, impide que la concentración se apodere de mí y permite que la ansiedad me invada. De la inspiración ni rastro. No existe, no llega, es mentira, horas frente al ordenador vacío de palabras mientras el aterrador sonido sesga cualquier brote que pueda tener. Desde que el santo hombre maneja la odiada máquina trato de entenderme con él de alguna manera para que, con su generosidad, yo sea capaz de escribir al menos dos palabras seguidas. Me asomo a la terraza no soy la chica de ayer y con toda la educación del mundo digo:“Perdone, ¿le queda mucho?”. Estúpida de mí, pretendo que oiga mi alarido. Sonríe, me saluda con la mano, y con sus enormes cascos cubriéndole las orejas continúa su labor. Sigo allí. Espero. Entonces me mira y me habla. Sin parar la máquina. Le sonrío y trato de decirle que no le oigo. Aquello se convierte en un sinsentido, un nuevo sinsentido más de esta época estival. Pero al trabajar la mímica sentimos que aumenta la empatía en nuestra conversación. Cuando parece que va a parar un ruido ensordecedor se cruza en nuestro camino para cortar de cuajo mis deseos. Otro de los diferentes chillidos que emite el verano. El del tubo de escape de esos horteras sin solución cuyo único deseo es anunciarnos con un kilómetro de antelación que llegan en moto. Y a mí que me importa. Si lo que pretendo es trabajar. Porque lo de descansar es otro cantar. Imposible con los fantasmas de los ruidos. Los ruidos del verano. La sinfonía estival. “Martaaaa. A comeeerrr”. Se me habían olvidado. Los gritos familiares. Pobres vecinos.

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