Sola en la carretera

No siempre salen las cosas como una quiere. Y no es que yo quisiera, exactamente, quedarme sola en Madrid. Ni muchísimo menos. Solo imaginarlo me inundaba de tristeza. Sin él, sin ellos, sin el perro, sin nadie. En silencio. Sin ruidos, sin gritos, sin súplicas, sin recados, sin preocupaciones. Lo desconocido. O lo conocido y olvidado. Por efímero. Por inusual. Por descabellado. Difícil enfrentarse a ello. Pero ya me había hecho a la idea. Y con lo recta que soy, encontrar curvas en mi camino me marea, me desestabiliza. Fue un golpe inesperado. De parte de “Él”. “Me tengo que quedar en Madrid más de lo previsto, si no te importa te vas tú al Sur y te llevas a los niños. Tú trabajo te permite libertad de movimiento”. Mi cara debía de ser un poema, porque con una sonrisa de oreja a oreja, soltó. “Tanto regodearte con que te quedabas sola, sola, solaaaa, y el que me quedo solo, solo, soloooo”, soy yo”. No me gustó. Ni el fondo ni la forma. Pero no entré al trapo. Por primera vez mi consciente dominó mi inconsciente. Justo lo contrario a lo que pasó, pensé, cuando asentí, entusiasmada el día que “ÉL” me propuso matrimonio. No sé por qué, en ese momento atravesaron mi cabeza esas palabras que dejó escritas mi admirado Camba. “¿Quien hubiera pensado nunca, pongamos por caso, en consultar con su inconsciente un proyecto de matrimonio?” Aquí lo dejo. El caso es que estoy en la playa. Milagrosamente. Porque sino estalló de nuevo la incalculable y ya consabida “Guerra Marital”, fue porque los astros se pusieron de mi parte. Los hijos cambiaron de planes y yo, en vez de sola en la ciudad, sola en la playa. No es mal cambio. El problema fue que me había hecho a la idea de no tener que hacer maletas, y yo que soy muy recta cuando encuentro curvas en mi camino me mareo, y al pensar en la orgánica del equipaje sufrí una fuerte bajada de tensión. Lo cual me impidió hacer las cosas con cierta lógica. A pesar de que iba a estar sola, llené de por si acasos toda maleta y bolsa que se puso en mi camino y salí de casa disparada, antes de que “Él” llegara de la oficina. Me lo encontré en el garaje. No hizo falta mediar palabra. Aquí estoy. Sola en la carretera. No sé si rumbo al Sur o rumbo al Norte. De África.

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