Sola en la ciudad. Cada vez que recuerdo el verano de 2011 me dejo llevar por la melancolía y sonrío. El verano perfecto. Las vacaciones más puras. Los días, de descanso. Absoluto. La libertad. Libre, sí, libre como el sol cuando amanece, libre como el mar, libre como el ave que escapó de su prisión y pudo al fin volar. Hice mía la canción del gran Nino Bravo y al despertar, cada mañana, entonaba como podía y cantaba. Libre. Sola. Que sensación tan gratificante. Abría la ventana y le decía al mundo que sabía, por fin, lo que era libertad. Ay Nino. Que chute de energía. Palabra a palabra, al cantar tu melodía me transformaba y dejaba que el día fluyera a su antojo sin preocupaciones de ningún tipo. Creo que conocí el concepto de felicidad. O casi. Porque echarles, les echaba algo de menos, pero las sensaciones que tenía no eran precisamente de tristeza. “Él”, y los niños -entonces más adolescentes todavía- habían puesto rumbo al Sur y yo me quedaba en mi ciudad. Motivos profesionales. No le den más vueltas. Que me hicieron rozar el cielo en esos días de soledad. El término convivencia se desvaneció y apareció la armonía. Mientras, “Él”, luchaba con las fierecillas y se concienciaba por primera vez del valor de una mujer, su mujer, en plenas vacaciones. Por llamarlas de alguna manera. Desde entonces nunca me ha vuelto a dejar sola. Lo cual es un error. Porque estoy convencida que si los matrimonios se dieran de vez en cuando unos días de descanso, la paz se haría más presente. Yo me cojo este puente, tú el otro, yo julio y tú agosto. En plan súper bien, de verdad. Para conocer el sonido del silencio, las vivencias de un vagabundo con casa, la sensación de no estorbar -incluso de no ser estorbado- y de hacer lo que quieres cuando quieres sin dar explicaciones a nadie. Fue tan hermoso que cuando lo recuerdo lloro. Como hoy. Perdida en mi habitación, a oscuras, y jugando compulsivamente a Candy Crush. La culpa es de mi director. Que cuando se me ocurrió decirle que a lo mejor repetía ese verano de 2011,me dijo: “Perfecto. Así este mes de agosto tienes tiempo para escribir. “Él” y “Él”, los dos hombres que dirigen mi vida, aliados para no dejarme en paz. ¿Sola en la ciudad? No sé que es mejor.