UNO DE LOS GRANDES

Hoy hace un año que murió un ser excepcional. Nos dejó demasiado pronto, demasiado joven, pero su recuerdo siempre estará con todos los que le queríamos. Hace un año escribí la columna que hoy comparto con vosotros. Un pequeño homenaje a esa gran persona. «Uno de los grandes», sin duda. Queda, y quedará, siempre escrito. Espero que os guste.

UNO DE LOS GRANDES

La mente en blanco, el corazón en un puño. Pero un puño que duele. Y mucho. El día se ha empeñado en levantarse torcido y todo lo que se preveía que iba a ser normal ha desaparecido bruscamente. El teléfono, siempre el maldito teléfono, vomita que ha muerto un amigo. Joven –demasiado- maravilloso, excepcional. Único. “Claro, como dicen todos cuando alguien se muere”, pensará alguien incapaz de comprender que la mentira no nace cuando la tristeza te abruma. Pero es la realidad. Siempre se van los mejores. O los más grandes, porque solo en ellos cabe un corazón inmenso. Y así era el suyo, tan grande, que una vez que te tocaba, jamás se borraba la huella que había dejado en el tuyo.

Le veía poco, muy poco, pero le quería mucho. No podía ser de otra manera. La melancolía me empuja hacia atrás y la memoria, ya tan escasa, me permite viajar al pasado y encontrarme con él cuando todavía no habíamos pasado la adolescencia. Cómo pasa la vida… Desde entonces hasta ahora solo puedo recordarle sonriendo, con esa sonrisa tan suya que mantenía incluso cuando ya estaba muy enfermo, como me cuenta uno de sus amigos del alma, también mi amigo del alma. Así son los grandes. Tocados por un don divino. O por varios. Porque él era la bondad en estado puro. Bastaba mirarle a los ojos para saber que era especial, entrañable, adorable. Jamás he oído a nadie decir nada malo de él -algo impensable en la sociedad en la que vivimos- lo que dice todo de él.

Pero en el fondo, ¿quién soy yo para escribir esto? No soy una persona que pueda presumir ahora de haber formado parte de su círculo más íntimo, ni muchísimo menos. Pero no por eso puedo dejar de sentir. Ni de escribir lo que siento. Por eso, con todo el respeto del mundo, lo hago. Desde la admiración y el cariño más profundo. Y con el deseo de que su huella, tan grande, nos sirva para aprender a ser mejores y para valorar lo que nos queda. Pero de verdad

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