Urgencias

No salió George Clooney a recogerme por lo que conseguí no desmayarme. El sucedido ocurrió en el Hospital San Rafael. Un dolor intenso recorría el lado izquierdo de mi lozano cuerpo y tuve que acudir a urgencias. Antes de continuar, un 10 para el hospital y su equipo médico, que al ver mi semblante desfigurado por el dolor (las arrugas y la flacidez ya se encargan de desfigurarlo a su manera), me trataron con un mimo difícil de superar. Sin apenas esperar, Begoña, una encantadora enfermera, comenzó a hacerme pruebas. Ante la insistencia que tenía el dolor de hacerme la vida imposible, decidieron chutarme un maravilloso calmante con la recomendación de que tuviera cuidado porque me podía marear. No solo no me mareé, sino que casi conocí la felicidad en esos instantes en que realmente nada te importa. Hasta que se formó un pequeño revuelo a mi izquierda, y un hombre, al que realizaban un análisis de sangre, se puso verde, ceniza, amarillo, y se desmayó. “No os preocupéis”, nos dijeron a mi hermana María, mención aparte su paciencia, y a mí. “Es hombre, y casi todos se desmayan”. Sonreímos. Sin más. Con el resultado de las pruebas predijeron una posible piedra en el riñón, algo que no podían confirmar hasta hacerme una ecografía. En un ay volví a casa de muy mal humor. Una piedra en el riñón, me demostró que mi destino era llorar y llorar, llorar y llorar. De dolor. Físico y psíquico. No siempre salen las cosas como queremos y mis días de asueto en soledad se veían oscurecidos por una inadecuada patología. Al día siguiente regresé al hospital donde un doctor maravilloso, el urólogo Andrés de Palacio España (eso es un apellido), se convirtió en mi ángel de la guarda durante dos horas. “Me parece que tienes una lumbalgia”, me dijo al observar mi lamentable postura. “Aunque efectivamente podría ser una piedra”. Y me lo dejó claro. “En las primeras cuatro décadas de la vida parece que todo vale; a partir de la quinta todo cambia. Con lo cual, varía el estilo de vida. Ya hemos subido las escaleras y ahora a cuidarse para que la bajada del tobogán no sea en picado”. Risas. La verdad aunque duela. “Por eso, si tienes para invertir, ni fondos ni nada. Invierte en salud”. Ya lo sé. La salud es lo que importa. Quiero llorar.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*