Contra el olvido. Las víctimas del terrorismo siguen siendo víctimas. Hay que recordarlas.

 

Fue como un alto en el camino. Como si el tiempo se hubiera detenido para devolverme a aquella época en la que, en teoría, vivía la edad madura de la juventud. No estoy segura de ello, de hecho no creo que en mi vida haya alcanzado el estadio de madurez, pero sí recuerdo como maduraron muchas de mis ideas, de mis sentimientos, y mi admiración por algunos personajes públicos. Como María San Gil o Gregorio Ordóñez, asesinado atrozmente por ETA en presencia de María hace casi 20 años. Recuerdo perfectamente todo lo que sucedió entonces por la crueldad de los hechos y porque los dos me parecían fascinantes. San Gil se convirtió en uno de mis ídolos. La fuerza, la valentía, la claridad, la honestidad. Ahora, gracias a la Fundación Villacisneros -institución sin ánimo de lucro creada para promover valores como las libertades individuales, los derechos humanos, la justicia social o la solidaridad- me la he encontrado de frente y he podido decirle sin tapujos lo que pienso de ella. Que suerte tengo con mi trabajo. Porque a este acto al que asistí, además de María, estaba otra mujer a la que yo admiro, a pesar de ser tachada tantas veces de políticamente incorrecta, Esperanza Aguirre. Huyo de lo correcto en su estricto sentido de la palabra y a mí me gusta la señora Aguirre. Aunque hasta escribirlo, ahora parezca ser también políticamente incorrecto. Pero no me importa. Me emocioné al escuchar lo que cada una decía de la otra y me impresionó, de nuevo, la claridad y la rotundidad de las palabras de ambas. Esperanza, recibía el premio que por primera vez concedía la Fundación y lo hacía de manos de su presidente, Iñigo Gómez-Pineda, que en un brillante discurso destacó de la premiada su “fuerza, valentía, carácter luchador y sobre todo y ante todo, ser una libre pensadora”. Quizás, por eso, me gusta. Como María. Y como esta Fundación, Villacisneros, tan comprometida con las víctimas del terrorismo que se niega a que éstas caigan en el olvido. Bastante tienen ya con ser víctimas, también, de la indiferencia. De políticos y ciudadanos de a pie que, como yo, tan poco nos acordamos de ellos. Tan cruel es escribirlo como reconocerlo. Por eso, gracias por haber removido mi conciencia. A las personas y a la institución. A su presidente y a estas dos mujeres capaces de tanto. Para mí, un ejemplo.

 

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