El que paga,apaga

No sé si lo hace aposta o realmente lo hace para ahorrar, pero cada vez que entro en algún cuarto de la casa apaga la luz. Definitivamente, soy transparente para “ÉL”. Imagínense. Sale “Él” del cuarto de baño, entro yo, y al momento me encuentro a oscuras. “Ehhh (sí, es ordinario, pero me sale de dentro), que estoy aquí”. “Ay perdona, no te había visto”. No puede ser verdad. Es imposible. Si nos hemos cruzado en la puerta. Siguiente lugar, la cocina. “Él” atento al periódico, concentrado, prácticamente no levanta la vista. Casi se lo agradezco. Recién levantada soy una variante de monstruo. Bendigo mi condición de transparencia. Casi sin percibir mi presencia se levanta, deja el periódico, murmura algo que no entiendo, sale y apaga la luz. ¿Qué pasa, yo no tengo derecho a leer, a encontrar la sacarina, a saber donde está la leche? No me lo tomo a mal, pienso que está concentrado en su vuelta al trabajo y me callo. Cada día más santa. Nos reencontramos en el cuarto. “Qué guapo estás con ese traje”, le digo para darle a su cuerpo alegría Macarena. Seguro que así le aporto un chute de energía. “Ah, gracias”, me contesta en tono plano. Se da la vuelta, apaga la luz y dice un adiós casi imperceptible. “Ehhhh, ¿pero de que vas? !Me has vuelto a dejar a oscuras!” “Que exagerada eres”, y desaparece. Es entonces, en esos segundos de oscuridad obligada, cuando tropiezo con la esquina de la cama, me doy el mítico golpe en el dedo meñique del pie (qué dolor) y de mi boca salen todo tipo de improperios. ¿Qué le pasa con la luz? ¿Por qué “Él” disfruta de sus beneficios y a mí me abandona entre tinieblas? “El que paga, apaga”, me cuenta una íntima amiga que le dice su Francis, que sufre la misma manía. Pues muy bien, que se la corten ellos. La luz. Y que a nosotras nos dejen en paz. Mujeres. Transparentes. Como entes físicos. A veces, como si no existiéramos. “La carne de burro no es transparente”, a punto estás de decir tamaña estupidez. Ni eres tú la que debes decirla, ni eres una burra. En todo caso, a estas alturas del año, una vaquita rechoncha y achuchable. Y si lo piensas bien, mucho mejor. Que apaguen las luces. A partir de ahora, cita a ciegas. Qué emocionante.

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