Melenas al vapor

Hiberno. En pleno estío, hiberno. Con la ropa justa y necesaria para aguantar el calor que hace en el exterior, siento un frío helador que recorre mi organismo y pone mi piel de gallina. Tengo miedo. Al entrar en muchos lugares públicos. En los que siento de forma alarmante como se desestabiliza mi temperatura corporal y entro en un proceso de congelación inmediato. En el cine, en un restaurante, en el avión, en el supermercado. Principalmente aquí. Terror en el supermercado. Qué buen título. Es insoportable. Entro y me solidifico. En cuerpo y mente. Lo que me sucede casi a diario en verano al hacer la compra. Esa compra que desparece al minuto y medio al llegar a casa ,y te obliga a volver día siguiente, y al siguiente, y al siguiente -lo odio- al súper, para culminar el proceso de congelación. El origen de mis penas. El que me obliga a pasar estos días en estado de hibernación. Sin haberlo solicitado. Y sin tener siquiera un mínimo de la capacidad que tienen ciertos animales para adaptarse a las condiciones climáticas extremadamente frías. Lógico. Ni soy una osa polar -a pesar de compartir con ellas fiereza y ser de sangre caliente-, ni en mi hábitat natural estoy expuesta de forma constante al frío polar. No. Es un sin vivir. Sales de casa achicharrada y llegas al súper -prácticamente desnuda cuando estás en la playa- para convertirte en parte de los congelados. Lugar por cierto, y perdonen mi osadía, que según una mujer de relevada importancia en los medios de comunicación, produce un efecto laxante. Escribo por si a alguien le interesa. Su hermana, testigo de esta declaración, así lo confirmó. Y apuntilló, en contra de estas grandes superficies, el problema añadido del pelo en el momento pescadería, con esa micro pulverización de agua que además de refrescar el ambiente y limpiar el aire de impurezas, te hace limpieza obligada de cutis -ni que decir tiene la que va maquillada- y te estropea el pelo. La que lo tiene liso se queda relamida como un pescado y la que lo tiene rizado se va directa a los fritos. Con el pelo incendiado. O sea, encrespado. Para que lo entiendan. Como en las terrazas. Agradable y refrescante vaporcillo. Para ellos. Nosotras a sufrir. Melenas al vapor. El mundo se nos pone en contra. Mujeres, pobres y sufridas mujeres.

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