Silencio, por favor

Me llevé tal susto que me desperté como una poseída. “¿Qué ha sido eso?”, grité despavorida. Eran las 8 de la mañana del domingo. Un golpe seco pareció atravesar la pared de mi cuarto y salté de la cama buscando el agujero que había destrozado, sin duda, parte de mi habitat natural. Al instante otro golpe me atravesó los oídos. No podía ser verdad. Un monstruo había invadido mis posesiones y yo era incapaz de encontrarlo. A tientas, y con el miedo metido en el cuerpo, empecé a buscar al causante de mis pesadillas –no, no era “él”- hasta que el sonido de una taladradora me hizo comprender. El vecino, el osado del vecino, había decidido continuar con sus reformas. No regí. No pensé. No razoné. No reflexioné. Tal cual estaba interpretada–imposible describir al verdadero monstruo, yo misma- me lancé en busca del maligno por las escaleras de la finca (me encanta el término porque, aunque urbana, puedo presumir de tener parte de una finca) hasta darme de bruces con él. Sufrió un desmayo instantáneo y con máquina incluida quedó taladrado en el suelo. Sin alma ni conciencia, me olvidé de él para centrarme en el sonido brusco y grotesco que emitía su taladro e intentar silenciarlo. Grité en busca de ayuda, lo cual fue una estupidez supina dado el nivel de decibelios alcanzado en el descansillo de la finca (cómo me gusta), por lo que decidí aumentar los niveles de volumen en el lanzamiento de mi grito para convertirlo en alarido. La Sharápova a mi lado, muda. Tuve suerte. Apareció otro vecino al que le pasé el muerto y cual gacela bajé los escalones que me separaban de mi vivienda para buscar entre los míos una voz amiga. Que equivocada estaba. Lo que recibí de uno de ellos fue una nueva sensación auditiva altamente desagradable, que emitía: “!Mamaaaaaa! ¿pero dónde estabas?”, y que al verme quedó repentinamente mudo. Desde entonces sufre parálisis total de cuerdas vocales. Lo que le ha venido como anillo al dedo para celebrar, como Dios manda, el Día Internacional de Concienciación sobre el Ruido. Que casualmente es hoy. Y a mi me da la risa. Con perdón. Que es como de broma. Lo que habría que celebrar es el Día Internacional del Vecino con Taladro. En domingo. Que parece que lo hacen aposta. Y al mío le doy el premio.

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