Sobredosis

Un grupo de mujeres rumbo a Camboya. Misión posible. Aunque parezca imposible. Porque desde el antes hasta el después el disparate es de tal calibre que hasta que no lo realizas, no te lo crees. Disparate en plan bien, no sé si me explico. El típico de cualquier grupo de “cincuentañeras” que viajan solas, si como solas se entiende sin la compañía de un “él”. Él, ellos, felices no, felicísimos de quedarse unos días solos. Ellas felices no, felicísimas, de viajar unos días con sus amigas. Qué subidón. Digan lo que digan. Para unos y para otras. Tú te quedas con la cama, con el mando (bueno el mando ya es tuyo), con el cuarto de baño, con la luz o sin la luz, con lo que quieras mi amor, que yo me voy. Con mis amigas. A hacer un viaje que contigo no sería lo mismo. Ni mejor, ni peor, simplemente diferente. Para empezar a mitad de precio. Todo dividido por dos en vez de multiplicado por dos. Lo que se viene llamando economía familiar. Para que luego digáis. Para seguir, la libertad de actuación. En todo momento. Una libertad ni mejor ni peor, distinta. Después la actuación en sí misma. El despropósito en su estado más puro. Del que siempre he sido consciente y del que ahora soy una inconsciente. Por culpa de las pastillas. Que me dejan noqueada. Bueno a mí y al resto de las viajeras. Un sin vivir. El día previo al viaje el chat de grupo parecía una farmacia. Lo de “qué te vas a llevar de ropa” ya es algo obsoleto. Ahora lo que importa es “qué te vas a llevar de medicinas”. El neceser-botiquín. “Yo he metido ansiolíticos, relajante muscular, inductor al sueño e inductor “a lo que te dije” “Yo paracetamol, ibuprofeno, y un reductor de movimientos intestinales por si el inductor “de lo que os dije” se pasa de efecto”. “Pues yo todo eso y las pastillas de colágeno, cola de caballo, omega 3, 6, 9 y ácido hialurónico”. Y claro, luego pasa lo que pasa. Que nada más entrar en el avión “una” ante la ansiedad de pensar que no iba a dormir en el viaje, se equivocó de dosis y se metió una “extra-large”. Desde entonces vive dormida. Lo que se comenta cada día en el desayuno mientras la mesa se viste de pastillas de múltiples formas y colores. De doce mujeres. No perdón de once. Hay una “que va a pelo”. O eso dice.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*