Pleno al tres

 

Tres de tres. Les doy mi palabra de honor que no hay un ápice de imaginación en lo que cuento. Tengo los nombres de las que, como yo, sufrieron ese día las imprudencias del Tom Tom/Tontón, cada vez más claro enemigo del matrimonio. Como así lo demostró. Nos dirigíamos a la presentación de un precioso libro, indispensable para los que les gusta el campo y la caza, “La Montería Tradicional Española”, de Perico Castejón. El tráfico se presentaba mal, hecho no valorado  lo suficiente a la hora de salir, y que produjo de inmediato un cierto nerviosismo. Las prisas, nunca buenas, hicieron mella. Sin saber el camino confiamos nuestra suerte al GPS y pasó lo de casi siempre. Que el aparatito hizo de las suyas, el marido -miembro de la pareja que normalmente se pone al mando del automóvil- se empezó a poner de los nervios y la mujer se la cargó. Lo normal. “La culpa es tuya, no has buscado en Internet, este aparato es idiota, ahora qué dice (frenazo), no le entiendo (varias vueltas a la rotonda mientras la voz enemiga repetía sin parar eso de “coja la tercera salida a la derecha), me he saltado la entrada (volantazo)”. Y un largo etcétera”.

Entre el estrés creado en el habitáculo y el reloj que marcaba la hora a una velocidad excesivamente rápida se montó. Con tan mala suerte que nada más llegar se acercó un amigo y le dijo a mi “Él”. “Que graciosa tu mujer, las cosas que dice de ti en las columnas”. Para qué les voy a contar. Saltó como un resorte. Pero antes de que atacara, corté de cuajo. “Hoy no, Rafa, por favor, que la acabamos de tener. Ni una gracia”. Entonces Sonsoles, su “Ella” lo dijo. “Como nosotros, que no sabes la que me ha montado en el coche porque no se enteraba lo que le decía el GPS y la culpa es mía, por supuesto”. Sonreí. El tema se ponía interesante. Apareció Carmen. Con cara de pocos amigos. “No le aguanto, os juro que no le aguanto. ¿Os podéis creer que hemos salido tarde por su culpa, no sabía venir, se ha cabreado con el Tom Tom como si le pudiera entender y me ha montado el pollo a mí?” Sí, nos lo podíamos creer. Al cien por cien. Las tres nos quitamos la palabra. Tres minutos fueron suficientes. Los mismos para que los tres desaparecieran. Por si las moscas. Pleno al tres.

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